El frio exterior se suma al que hay adentro. Un viento gélido abraza e incomoda. Voy hasta mi Buda de piedra (un entrañable objeto). Le presento mis respetos -a la piedra no, a él, y a la piedra también- y le dejo una ofrenda. Intento aquietar el corazón. Buscar abrigo y buscar abrigo. Afuera las nubes llegan hasta las ventanas. La luces de la ciudad se filtran apenas, blanquecinas, impotentes. Regreso al estudio sintiéndome una de esas cosas que meten en una cubierta de vidrio. Siendo el que está dentro y también el que observa desde afuera. No me gusta ninguno de los dos papeles.
¿Qué hago aquí?.
Buda sonríe como siempre, al otro lado de la pared.
¿Qué hago aquí?.
Buda sonríe como siempre, al otro lado de la pared.
*
No hay comentarios.:
Publicar un comentario