Amarguras

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

“A veces uno quisiera ser caníbal, no tanto por el placer de devorar a fulano o a mengano como por el de vomitarlo." Frente a tanta frase y dibujo reproducido, frente a tanta crítica y tanto lamento, frente a tanta protesta, frente a tanta culpa ajena, frente al drama que es no pertenecer a alguna minoría, debería declararse el siglo mundial de la amargura. Una era en que nadie esté contento con nada, en que se prohiba la felicidad, porque siempre habrá alguien aburrido con algo. Que nadie tenga porque siempre habrá alguien que no tenga. Que nadie coma, porque alguien no ha comido. Que nadie duerma si hay uno solo que se la pasó despierto. Que no vista nadie porque en la esquina alguien luce harapos. Todos enfermos porque alguien lo está.  A la hoguera con lo bueno, porque siempre hay algo malo. Feo todo, porque es mayor la fealdad y la belleza es, en sí, una anormalidad o una anomalía. “Si lo hubiera sabido, ¡habría abortado!” le dijo su madre a Cioran cuando se quejó de lo insoportable que encontraba el insomnio. “El hombre es el cáncer de la tierra”.

En Colombia no hay nadie que no tenga sangre negra y sangre indigena en las venas. Pero ya tenemos vergüenza de ser colombianos porque no contamos como afrodescendientes o como comunidad indigena, o como desplazado o como miembro de cualquier parcelación, lo cual nos convierte en "el otro" que no tiene derechos.  Es una minorización. La libertad se entrega a los fanáticos estalinistas en La Habana. Mineros de retroexcavadora y gran chequera se muestran como pobres artesanos y arrasan con carreteras e infraestructuras. Pero la naturaleza que arrasan también debe ser protegida. De la minería multinacional sí, pero también de la propia. Mueren 15 soldados y solo los lloran sus madres, sus hermanos, sus hijos, sus esposas que los reciben troceados. Todos contra todos. ¡Güepaje..! ¡Nacional es campeón, Nairo es un varón y Cali hace los juegos mundiales..!

Estoy a favor de todos los cambios, pero metiendo el hombro todos. No esperando que den porque es un derecho y que alguien lo pague porque es su obligación... o sea, los derechos de uno, las obligaciones de los demás. Un ánimo devorador.

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