Pues, cuando menos se piensa,
se está sumergido en ello. En el desasiego. Es irreal, claro, y afortunadamente lo es.
Pero vamos cayendo en ese conocimiento cristalizado y al mismo tiempo viendo que la transformación en estatua de sal no
es instantánea sino un proceso lento del que se es consciente porque a los lados todo vuela. Nada se detiene. Todo cambia.
El día es completo pero la noche de pronto se volvió
dos noches, con una pausa de semidia de un par de horas en el medio. Pausa a veces
aterrorizante pero siempre creativa y absorbente. Estos aparatos ponen
al alcance el texto que uno desee y cosa de milisegundos. Sorprende la manera cómo los tienen aprendiendo de uno y cómo que le
adivinan la intención.
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