Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
El
otro día estaba con amigos. En general puedo ser muy callado sobre todo cuando
la temperatura que me rodea, emocionalmente, es ajena. De vez en cuando me dejo
llevar por la palabra y de pronto ocurrió. Entre todo lo que le decían a un
joven, anoté: "Si llegas a encontrarte con el amor, corre. ¡Corre!".
Sé que expresaba cierta amargura. Sorprendidas, algunas voces reclamaron:
no, no digas eso. Y yo callé. Soy una
creatura del desamor soterrado pero estable. Captado por primera vez a muy
temprana edad, ello me puso de golpe en el mundo de una manera insuperable. Se
siente como una sustancia fría y ácida que llena el cerebro y se desliza muy
velozmente en un instante desde la frente hasta el corazón y allí, en un
rincón, se anida. Uno queda tembloroso y a oscuras se repone huyendo. El amor es por
fuerza un fracaso pues es una amenaza envuelta en otras amenazas. Esta
envoltura, de la desilusión, la posesión, los celos, la frustración, la pérdida
y la ira y, en una palabra, el odio, es más poderosa que lo que contiene. Al contrario de lo que predica el
cristianismo el que siembra amor siembra odio. Aquel está llamado a no
sobrevivir. Este a vivir siempre. Aquel acaba superándose, éste jamás. La gente
abre heridas para justificar el cierre de capítulos. Uno, cerrando capítulos
para no abrir heridas. Se puede tener mucho corazón y mucha voluntad para compensarse en si mismo, pero ese amor también acabará por agotarse.
Textos
para un escrito que no verá la luz...
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