Apenas pasa por el lado, mira. Sus ojos son gris verdosos en un rostro moreno, no demasiado, cercado por ese pelo juvenil en desorden metido en una gorra de marca. Se sienta con displicencia en la mesa vecina y mira otra vez supongo que por el libro que intento leer. Sus converse negros rematan unos pantalones rodados que dejan ver la línea blanca de la prenda que hay debajo. Se nota que sabe de su belleza y que no puede ocultarla, pero no se inquieta por ello.
Caen una gotas de lluvia, se levanta y se marcha no sin antes dirigir esa nueva mirada que nunca volveré a ver.
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