Desolaciones

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

Te esperaré con los ojos abiertos como aconseja Adriano. Te esperaré también hoy. Te esperaré aunque sé que no vendrás. Que aunque estés ahí, no vendrás. Te esperaré aunque temeroso de ti no enfrentaré otra vez tu negativa. Desisto. El asco. Desisto de pedirlo. ¿Para qué si no lo ofrece?

Seguiré silencioso ese dejo de ausencia en su mirada fría.

... Tampoco está. ¿Se ha ido? 

- No. No ha regresado.

¡Ah...! un beso en medio de tanta desolación, una tibieza última que mueva éste ser del límite en que se encuentra.

Tal vez por eso no aparece. No eres buen compañero en tiempos que invitan al regreso total, definitivo.

(La noche oscura, muy callada. El televisor habla de Einstein. Alguien se lanza desde un acantilado en la publicidad pero no cae, algo lo contiene. Mis pies descalzos, muy fríos sobre el mármol reclaman compañía como si olvidaran a quien le pertenecen. Mis pobres pies.

Caigo... Caigo sin que nada detenga la caída. No hay nada salvo el vacío largo, largo... interminable).

Me cansa. Me asusta pegar los ojos cada noche que cada día otra vez la luz alumbra. ¿Quien me mandó a estar aquí no debería responder por ello? ¿Indemnizarme? No pido mucho: con el tiquete de regreso basta. En cualquier clase. Lo mismo da. A todos da lo mismo.

El mar me llama... el mar. Quiero ir al mar. O a la montaña alta, alta.

-

Por el mundo camino entre los rostros
buscando el tuyo,
entre sombras que no hace tu cuerpo,
entre besos que no ofreces,
bajo nubes que no te acompañan;
y cuando abro los ojos
al despertarme
es como si me hubiese caído de la tierra.

(Carilda Oliver Labra)

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