Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Pasaron tantas cosas
mientras yo me bebía la soledad a cucharadas...
Carilda Oliver L.
Anoche leíamos, tú estabas aquí, un hermoso libro de poesía japonesa que alguien me regaló. No se gastaban muchas palabras esos poetas. Sus tankas y sus haikus van directo al sentimiento en sus 31 o sus 17 sílabas. En sus tres o en sus cinco líneas "Cada murmullo tuyo hace estremecer mi corazón" empieza uno. Cada palabra de noches alunadas que retuvimos escritas dando forma a una sinfonía extraña de pies desnudos y de besos y de elevados giros por el aire, arropados de vientos, de árboles de flores amarillas, de lagos nebulosos. De zapatos raros. De magia. Que estés ahí y que alguna vez mires a las altas montañas, es un regalo de los dioses benevolentes. Te quiero en cada espacio de tu geografía, en cada enormidad de tu pensamiento. Y te abrazo desde el corazón cada mañana y cada noche, en tus ojos, en tus medias de colores, en el instante que es ahora, en el pequeño mensajero alado que va y que vuelve.
No resisto copiarte el de Ángel González, que me habla de tí en cada verso:
"Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz—cualquiera...
Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba."
Ten un feliz dia. Tu impulsaste el mio a que lo fuera.
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