Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
La Tierra,
ésta nave azul en que viajamos a 106.000 kilómetros por hora,
en la que rotamos a 465 metros por segundo,
está pasando aceite.
Echa humo como esos carros que circulan a pesar de estar demasiado viejos y parecen no acabarse nunca.
A nadie le importa.
Y si la corteza bajo el mar o sobre la tierra se fracturara y se inundara todo el mar,
la tierra toda,
como haría un dios vengativo que resolviera darnos de una vez lo que le arrebatamos
improvidentes, garosos, angurriosos,
sería igual:
No importaría a nadie.
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