Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
me gustarían los dedos grandes de sus pies entre mis labios. Andar por cada uno de los otros lentamente con ellos y ascender desde allí con el aliento no sé por donde hasta que su boca se apoderara de esta boca. Que su piel fuera una con ésta piel y que a la madrugada al deshacerse el abrazo, las piernas flotaran en los hombros y ciegos de los ojos, nos contempláramos con la respiración, nos reconociéramos por los aromas y por los sabores y nos perdiéramos en el abandono de un segundo interminable mientras esa explosión simultánea hace brotar dos palabras en silencio:
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