Epicuro

"Haec, inquit, ego non multis, sed tibi; satis enim magnum alter alteri theatrum sumus. "
Epicuro

"Cerca de mi no hay más que lejanias."
Antonio Porchia

abril 22, 2013

Ella





Luis Fernando Gutiérrez-Cardona


La conocí por internet. Así de simple. Me interesó y luego de unas horas decidí que la vería. Unos días después, en un centro comercial en Houston, tuvimos nuestro primer encuentro. Era grande, proporcionada y robusta sin ser gorda. Su presencia, ya física, se me hizo hermosa. Al darle la mano transmitió confianza. Sus formas muy suaves; vestida de azul, sus ojos muy brillantes. "Un poco grande" alcanzó a susurrar el amigo que me acompañó hasta allí, pero le respondí por lo bajo con el dicho de mi pueblo: "Caballo grande, ande o no ande." Además, es gringa, pensé. "Siempre te han gustado grandes", replicó sonriendo.

Al rato ya andaba recorriendo conmigo la ciudad en un auto de alquiler, indicándome paso a paso la ruta en esas autopistas en que de pronto te encuentras estando en un sexto piso, a la velocidad sin pausa que el tráfico determina. Estábamos conscientes de que eramos el uno para el otro, así que hicimos algunos papeles adicionales y se vino conmigo a Colombia en un viaje alucinante de horas y horas.

He sido un amante delicado y tranquilo. Ella, una compañera no necesariamente dócil que sabe cuando y como reaccionar y lo hace prontamente. Colaboradora sin fatigarse a la hora del trabajo, disfruta cada momento a la hora de la diversión. Me acompaña sin vacilar si de escuchar música se trata, sin protestar que cambie de jazz al clásico a una cumbia o un vallenato sin solución de continuidad. O a recorrer el mundo. O a mirar cuadros o películas. Nunca se retira antes porque esté cansada y acompaña pacientemente mis silencios de lecturas, desconsuelos o desolaciones. Sugiere, no sé como se entera, nuevos textos y me presenta mucha gente por si quiero conocerla. Va conmigo donde sea, a tomar café o al bar en donde algunos la miran sorprendidos o envidiosos. Y solo una vez estuvo enferma grave porque la llevé a algún lugar a donde no debía. En una clínica de Bogotá supieron diagnosticarla y curarla y volvió conmigo a casa como si nada.

Como todas, no deja de ser vanidosa, de maquillarse, de cambiar de peinado y de actualizar su look. Sale a trotar todos los días, hace ejercicio, descansa y dice que queda como nueva.

Como todos, a veces yendo por las calles veo al pasar chicas más lindas, más actuales, menos grandes, más y más delgadas, más ágiles -dicen- y muy buenas, para que negarlo. De piel de manzana y rostros que quitan el aire. A veces me paso de atrevido y me detengo a mirarlas fijamente y voy a casa y se lo cuento. Ella comprende y emprendemos un largo diálogo sobre ello. Si quieres, me dice, yo me haré a un lado para que tu seas más feliz. Pero no consigo hacerlo. Todavía no. Pagaría un alto precio por ello. Me quitaría sí algo de peso. Pero mi espalda es fuerte como para que unos pocos gramos de menos hagan diferencia alguna, pienso.

Y nos vamos a la cama tomados de la mano.




*


1 comentario:

ie.ro dijo...

Ella, incondicional.

¿Qué decide ella? ¿Cuáles son sus percepciones del viaje de horas y de la vida alejada de la suya?

Lo nuevo, la nueva. Y de nuevo, un suspiro en el aire causado por bonitudeces.