Dónde está Dios, aunque no exista
"¿Dónde
está Dios, aunque no exista? Quiero rezar y llorar, arrepentirme de crímenes
que no he cometido, disfrutar de ser perdonado por una caricia no propiamente
maternal. Un regazo para llorar, pero un regazo enorme, sin forma, espacioso
como una noche de verano, y sin embargo cercano, caliente, femenino, al lado de
cualquier fuego. Poder llorar allí cosas impensables, faltas que no sé cuáles
son, ternuras de cosas inexistentes, y grandes dudas crispadas de no sé qué
futuro. Una infancia nueva, un ama vieja otra vez, y una cama pequeña donde
acabe por dormirme, entre cuentos que arrullan, mal oídos, con una atención que
se pone tibia, de rayos que penetraban en jóvenes cabellos rubios como el trigo.
Y todo esto muy grande, muy eterno, definitivo para siempre, de la estatura
única de Dios, allá en el fondo triste y somnoliento de la realidad última de
las cosas. Un regazo o una cuna o un brazo caliente alrededor de mi cuello. Una
voz que canta bajo y parece querer hacerme llorar. El ruido de la lumbre en el
hogar. Un calor en el invierno. Un extravío suave de mi conciencia. Y después,
sin ruido, un sueño tranquilo en un espacio enorme, como la luna rodando entre
estrellas. Cuando coloco en un rincón, con un cuidado lleno de cariño -con
ganas de darles besos- mis juguetes, las palabras, las imágenes, las frases
-¡me quedo tan pequeño y tan inofensivo, tan solo en un cuarto tan grande y tan
triste, tan profundamente triste! Después de todo, ¿quién soy yo cuando no juego?
Un pobre huérfano abandonado en las calles de las sensaciones, tiritando de
frío en las esquinas de la Realidad, teniendo que dormir en los escalones de la
Tristeza y que comer el pan regalado de la Fantasía. De un padre sé el nombre;
me han dicho que se llama Dios, pero el nombre no me da idea de nada. A veces,
de noche, cuando me siento solo, le llamo y lloro, y me hago una idea de él a
la que poder amar. Pero después pienso que no le conozco, que quizás no sea
así, que quizás no sea nunca ese padre de mi alma. Cuándo se terminará todo
esto, estas calles por las que arrastro mi miseria, y estos escalones donde
encojo mi frío y siento las manos de la noche entre mis harapos? Si un día
viniese Dios a buscarme y me llevase a su casa y me diese calor y afecto. Pero
el viento se arrastra por la calle y las hojas caen en la acera. Alzo los ojos
y veo las estrellas que no tienen ningún sentido. Y de todo esto apenas quedo
yo, un pobre niño abandonado. Tengo mucho frío. Estoy tan cansado en mi
abandono. Ve a buscar, oh Viento, a mi Madre. Llévame por la Noche a la casa
que no he conocido. Vuelve a darme, oh Silencio, mi alma y mi cuna y la canción
con que dormía.
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