Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Y al prójimo como a si mismo... Qué divina estupidez ha guiado al hombre occidental por dos mil años a un egoísmo máximo que todo lo mide en unidades de si mismo; que no se detiene ante nada, que arrasa con los semejantes, con la naturaleza y con todo. Y que cuando ama, ama "como a si mismo" es decir, como a sí mismo le da la gana.
El cristianismo ha aportado poco al hombre. No lo enaltece ni le da valor. No lo hace mejor. Lo admite como pecador y lo maltrata como tal a lo largo de la vida. Lo persigue aún después de muerto. Lo ha martirizado, sacrificado, inquirido, callado y censurado. Le enseña la venganza, el conmigo o contra mí. La exclusión. Santifica el dolor y la pena. Lo llena de pecados y al mismo tiempo de perdón y de esperanzas. Le ofrece una salvación sin explicarle de qué lo salvará. Le da, a cambio de un infierno de sufrimientos físicos, un cielo de endorfinas producidas por la contemplación de un dios todopoderoso ausente en vida, que perdona todo con tal que se le pida a tiempo.
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