Pregunta si ésta ciudad sería una buena opción. Es que quiero cambiar de
vida, dice. Le doy algunas opiniones y mi mente vuela de inmediato a "En la carretera", el libro de Jack Kerouac.
Hicimos un montón de horas a lo
largo del suroeste de los Estados Unidos. Un tramo larguísimo -por lo soso- entre
Abilene y Lubock, atravesando enormes campos de energía eólica y de
aparente nada en el que llegamos a preguntarnos
qué pasaría si nos quedábamos sin gasolina.
Llegamos cuando empezaba a oscurecer a eso de las ocho de la
noche. Era uno de esos veranos alucinantes. Nadie en las calles. Todos
resguardados del calor. Paramos para hacer lo que sería el almuerzo, en
un restaurante solitario. No recuerdo bien lo que pedí —todo es tan parecido en su sabor a mantequilla y queso—. Pero estábamos, sin
saberlo, a media cuadra de la calle principal de la ciudad con variedad de otros restaurantes y avisos luminosos.
Salimos
hacia Clovis, camino de Albuquerque. Avanzamos en medio de la noche.
Pasamos Clovis de largo apenas sin mirar al lado. Un avión sobre un pedestal al costado de
la via señala que allí hay una base áerea que váyase a saber qué cuida
en la mitad del planeta. Tal vez vigila los extraterrestres o se cuida a sí misma. Es tan estúpido el ser humano.
Avanzamos
por la 60, giramos por la 84 buscando la ruta 66, que no se llama así, y la alcanzamos, con un suave giro hacia la izquierda, un poco
antes de Santa Rosa, según decía el aviso porque de ver no se veía nada. Las millas se
deshacen exactamente al ritmo del tiempo y la velocidad. Las 70 millas
por hora que marca el límite son exactamente las que se recorren cada
hora de esas carreteras perfectas, sin distracciones, soporíferas.
Viajar de noche sin detenerse a mirar las estrellas es un crimen,
pienso, mientras en mis auriculares el lector sigue leyendo páginas de
Kerouac. Anoto mentalmente para recuperar después:
"Pero
entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo
vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a
la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la
que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca
por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca
bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos
cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas."
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