Viaje en cable.

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

Un viaje en cable aéreo hasta Villamaría sirve para ver la pobreza escondida que existe y está disimulada. El abandono, la miseria, el irrespeto por la naturaleza, la ambición asqueante de los constructores. Las masas de concreto arrumadas de cualquier manera, con cualquier sentido. Sin belleza arquitectónica alguna. La ninguna coherencia. Los barrios sin una zona verde, sin un parque. La disposición final de los alcantarillados en el río que ya viene cargado de espumas industriales. Las basuras. Los horrores que se esconden entre las arrugas del terreno herido. 

Sirve para ver nuestra enorme inconsciencia de humanos y nuestra pobre presencia personal. Para escuchar de alguien el porqué no está terminada la estación y cuánto se han robado los políticos con ello o lo que será, previos robos, el nuevo parque remodelado al que se llegará, dibujado en una pancarta mal colgada de un árbol. 

Sirve para captar nuestros olores más básicos que se acumulan en cabinas para ocho regularmente ventiladas. Olores que vienen de adentro y llegan de la superficie. 

No nos digamos mentiras: no es bello desde allí el paisaje, desde la altura se ve el detalle que el nivel de la calle oculta.

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