Íntimo.

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

Nos acompañó a lo largo y a lo ancho de años sin cuenta. Se dice fácil. Como tal no puede ser visto de manera diferente a un miembro de la familia. Uno que estuvo más cerca que cualquiera, que vivió alegrías y tristezas, triunfos, derrotas, fracasos, éxitos y cambios. Con quien se compartió cada bocado, cada bebida. Que nos vio envejecer,  conoció nuestros errores, nuestras grandezas y nuestras flaquezas. Aún las más íntimas.

Llegó inopinadamente, como no lo había hecho nunca, muy temprano en la mañana.  Dijo que se marcharía —siempre hay una razón para ello—. Dejó las llaves sobre cualquier mueble y cerró la puerta tras de sí. Mirando hacia adelante.  No recogió nada, seguramente lo había hecho el día antes. O no había nada suyo en casa.

Quizás tuvo la capacidad que se necesita de romper las ataduras, y marcharse sin mirar atrás y sin medir consecuencias. 

Es triste.

El día transcurrió.

Oscureció y volvió a amanecer como sucede desde hace millones de años.

En el corazón la sensación de lamento muy profundo.

Y de asombro y de pesar por la vida que se vive.

Y por  como ella es: un transcurrir.

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