Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Tampoco me gusta dios. Es un viejito antipático bueno para nada. No hay más dios que tu cuerpo cuando por un instante deja de ser tuyo y un intercambio completo de fluidos aéreos, de líquidos, sólidos y gaseosos fluidos, se da corriendo por ese algo desconocido y menospreciado que denominan piel. Cuando se la explora y se sorprende la otra piel mostrándole erotismos más allá de los veloces, miran raro y preguntan ¿por qué? Hay dos opciones, fracaso cualquiera de ellas: huir o descubrirse. Me gusta Dios y me gusta adorarte. No llega a morir quien ya está muerto, ni a vivir quien ya está vivo.
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