En los ultimos años he hecho larguísimos viajes en carro. Han ido niños. También jóvenes. O hemos compartido encuentros de familia. Me siento a años luz de ellos con sus aparatos, su capacidad de escribir, sin mirar y sin pensar, con los pulgares y su ente ausente metido en las pantallas y los audífonos. Medianamente toleran los adultos mientras la presión los obligue. Claro, a mayor distancia se sienten ellos de mi. ¿Cómo acercárseles? Les pregunto a mis amigos, sus padres, y ellos también están ausentes.
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