Anoche tronó. Sin embargo no supe si tronaba para todos o eran solo truenos que yo oía. Truenos que me trajeron tu ser o hicieron, mejor, que el mío fuera al tuyo. Sin tu consentimiento y sin que te enteraras rondé tus cercanías. Anoche tronó y me asomé a la ventana y por debajo de las nubes negras una pequeñísima luz en el horizonte, que quise ver estrella, tenía escrito tu nombre. No se veían los relámpagos. Cuando se deja de sentir el amor deja de creerse en él. Cuando el amor no tiene retorno es nada, frecuentemente es odio. Todo ha de pasar por un tamiz de inexistencias más fino y menos real. Se pierde la esperanza también, que es un recurso. Se agranda el ser y se empequeñece. Y uno es habitante de una casa enorme y vacía. Y uno es viajero de un carruaje solo y sin rumbo. Y uno se sabe, y sabe amargo. Se siente y no se siente. Se huele sin olor. Se sabe y sabe a nada. Se mira, oscuro o transparente da lo mismo. Y sueña, los ojos muy cerrados, con una enorme bala que impacte en todo el centro. Tronaba, no llovía. Una nube choca con otra ¿qué nubes son las de mi mente? Suena ahora música de Terry Oldfield, pero eso no le importa a nadie.
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