Relaciones

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

Me inquieto y sorprendo mucho con las dificultades actuales de la comunicación y de las relaciones humanas. Vuelvo sobre el artículo de Byung-Chul Han (En el enjambre - Sin respeto-). Decía el viernes pasado en una conversación tête à tête, exótica por lo escasas que se han vuelto, que queda el recurso de reconstruirlas o volverlas a tener via chat. Podremos mirarnos a los ojos, tomarnos de las manos, abrazarnos, besarnos, desnudarnos y quizás amarnos por mesenger porque hemos podido vivirlo sobre la piel. Pero será posible solo por mensajes puesto que todo está envuelto en la contradicción y el miedo, en consideraciones previas o, lo que es peor, determinado por regulaciones legales. No escuchar, no mirar, no decir para no ir a ofender al género sufrido.

Las generaciones nuevas, la de los dedos pulgares y pantallas autistas, aprenderán que hay una cosa que se llama piel porque la verán en imágenes. Pero quizás no lleguen a tocar una diferente de la propia. Irán a las cubiertas aquellas de las naves espaciales, y los hologramas -al gusto- llegarán por la red. Con ellos se vivirá. O se convivirá. Pero en soledad.

¿A quién le importan aquellas cosas en que pienso? Puedo pensar en ellas pero no tengo por que suponer que sean del interés de otros. Si lo hago tienen razón en rechazarlas. Como parte de las dificultades las del habla y la exposición también están latentes. La respuesta es casi siempre desapacible aunque predescible. Sin embargo en este mundo sin respeto millones de mensajes se cruzan por algún gesto o desliz de un famoso y cientos de millones están pendientes -a manera de compensación por la privacidad que se reclama para sí- de la vida íntima de alguien que vive a miles de kilómetros y con quien nunca se tendrá nada que ver en la vida.

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