Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
En nuestro medio el padre suele ser alguien secundario -madre solo hay una, papá puede ser cual hp-, se dice. Un día como hoy del año 2000 mi padre cambió de plano. De manera noble y silenciosa, sin dramas, se rindió en un banco de la iglesia del barrio. Alguien llamó a casa a advertir que allí estaba maluquiado y mi hermano pasó de inmediato a recoger lo que ya era su cuerpo inanimado. Fui cercano a él con las distancias que la época imponía. Pero cada día que se disuelve más en la memoria de los de la tribu, si persistiera en la de algunos, su presencia es más viva en la mía y mi amor, aprecio y respeto por él crecen un poco más.
Me dijo que el plan de estar en túnica vaporosa, sentado en una nube tocando el arpa y mirando a Dios, era para él difícil de creer y de aceptar, a menos que pudiera tener a mano un ejemplar de El Quijote. Ojalá, en tanto tiempo y tantos años, se haya encontrado con el bueno de don Alonso Quijano, se hayan hecho de gloria dos taburetes de vaqueta, y sentados en ellos se estén contado entre risas y bostezos las historias inventadas que vivieron el uno por los campos de Castilla y el otro por las montañas de Antioquia.
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