Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Le decía: a tu edad pensaba como tu. Suponía que el mundo era cambiable con mi voluntad. Que todo estaba mal. Que la revolución era la solución. Que el imperialismo yanki me explotaba. Que el Ché era un santo. Me miraba atento. Me detuve: si a su edad pensaba así -pensé- ¿por qué debo tratar de que no lo haga? Que recorra su propio camino. Quizás logre lo que desee. Quizás mi frustración no sea la suya. Pedí disculpas por mis palabras de viejo y pasamos a hablar de las sagas de moda.
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