Amparo

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

Hacer una amistad quizás no sea demasiado difícil. Nos aproximamos por múltiples razones y con un mínimo de simpatía y de empatía la amistad surge.

No reconozco grados en la amistad. Cada una tiene la fuerza, la intensidad, la potencia y las capacidades necesarias. Se bastan a si mismas. Pero que el andamiaje esté a salvo de los envites de la vida, de sus cambios de ritmo, de lugar, de circunstancias, es otra cosa. Construirlas fuertes, mantenerlas, implica prometerse en silencio y comprometerse. Cuando aquellos elementos superficiales que nos aproximaron desaparecen, la amistad sobrevive en tanto exista la generosidad que no siempre es equivalente de ambas partes. Si se agregan diferencias generacionales apreciables aún con mayor razón. Mi amiga intenta sobreponerse hoy a los embates de una existencia que siempre marcha hacia su conclusión.

Nunca he querido utilizar la palabra amigo como una etiqueta. De amistad solo sabe el amigo, y ello siempre lo es el otro. Es una concesión cuanto menos exhibida más real.

Cuando un amigo se va no queda un espacio vacío que pueda llenar la llegada de otro amigo, no. El espacio siempre estará lleno por ella. Lo está. Y lo estará. "Sólo se posee eternamente a los amigos de quienes nos hemos separado".

Mantente firme. Pero en los términos que has querido ser, que has querido que sea. No tienes que concederte un instante más, salvo que quieras ese instante más.

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