Libros

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

Solía hacer una lista de los libros que me interesaban. Ir a la libreria, mirarlos, tenerlos en las manos, leer con atención las contratapas, arrepentirme y volver por ellos otro día. Me conocían, no los habían regresado a los estantes, me dedicaban una sonrisa y ponían encima unos cuantos más "por si los quiere". No son baratos los benditos y siempre salía con más de lo que me aconsejaba el bolsillo. Luego ponía uno a uno en mi mesa de noche. Leía consciente y disciplinadamente siempre con un cuaderno para tomar notas. Hoy no sé. Sigo comprándolos pero los físicos se acumulan y en la tableta aterrizan desde diferentes lugares. No hay límites: son gratis y no requieren espacio.  Leo por tanto sin método, transversalmente, con emoción pero sin degustar. Atropelladamente. Es una falla que refuerza la soledad. Un libro es una compañia inigualable, si uno también lo es de él.

Tengo que volver a concentrarme. Pero además la televisión que no me interesaba, al poder escoger lo que quiero ver y cuando quiero, se toma muchas de las horas que antes pertenecian a la lectura. Llegará la interfase cerebro computador y todo nos será pasado a la mente como un archivo. Se cumplirá más temprano que tarde lo visto en Matrix. Aprenderemos y leeremos por ósmosis. No seremos ya ese barbado señor de bata, sillón de orejas y cuarto polvoriento repleto de libros hasta el techo.

Siempre me pregunto ¿qué pasará con todo esto cuando no esté para quererlo?

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