Si fuese magistrado de la Corte Suprema de Justicia -de cualquiera de esas cortes de justicia incluida la corte constitucional- habría sacado una hoja de papel que bajo mi firma dijera: "Mi honestidad ni se compra ni se vende". Y me incineraría a lo bonzo si alguien levantara la mano y me señalara, con razón, de lo contrario. Esperaría de mis compañeros que hiciesen lo mismo.
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