Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Se llamaban maria, sara, cela, lia, juan antonio, felipe,
ricardo, pedro nel, alfonso, guillermo, gerardo... creo que se me escapan uno o dos
nombres. Eran mi padre y sus hermanos. Tíos alejados o lejanos, a quienes no conocí, o apenas si a alguno. Tampoco a los abuelos. Jamás vi que alguno pasara por la casa. Papá hablaba poco de ellos o cuando lo hacía no nos interesaba y él callaba. Decía en realidad muy poco de si mismo como si al haber tenido sus hijos se
hubiese extendido en ellos, y nada más ya importara. Nada giró para él en otro
eje que no fuera ese. Ni trabajo, ni afanes, ni
deseos de tener o poseer nada. Ni nostalgias. Su esposa, sus hijos fueron su vida. Guardaba en una hoja de papel
manuscritos en forma vertical bajo el título de 'mis hermanos' sus nombres. Sin
adornos. Sin información adicional ninguna. Escuetos. Solo lo indispensable para que no se fueran al olvido. Y en frente de cada uno
de ellos con una cruz señalaba su paso. Me gustaría encontrar esa nota no por
sencilla menos intensa y menos sincera. ¿Cuantos primos habrá por ahí
desperdigados por el mundo? ¿Cuáles serán sus nombres, sus apellidos? ¿Cómo los
tratará la vida? ¿Por que no llegamos a interesarnos, salvo pocas y gratas
excepciones?
Los hermanos de mi padre son el recuerdo de algo no vivido.
Quizás
forme parte yo de una lista que alguien ha empezado ya a chuliar.
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