Observo los edificios que es el horizonte nuevo que antes era de cielo y de montañas. Cae una llovizna fina y hace frío. Las luces de las calles aun están encendidas. Las ventanas de casi todos los apartamentos están cerradas con ese material plano y blanco que hace que los edificios luzcan como cajas de vivir. Cajas en que a pesar de la proximidad pocos conocen a quien vive a su lado o encima o debajo, yo entre ellos. Cajas en las que tal vez viva el amor, o tal vez la resignación, la soledad, el desasosiego. Siempre la desilusión. Quizás también el cariño. Pero cajas en que no asoma una planta y escasean los niños tanto como los pájaros. Ventana con ventana, calle en medio, vive el Sr. Alcalde en su caja de vivir con vista, como todos los demás, a los televisores que no se apagan nunca, a sus teléfonos que tampoco. Dos enormes camionetas Toyota, una blanca y una negra, y una motocicleta con un policía uniformado, lo esperan. Su cuerpo, el del alcalde, es grande y gordo pero cabe en una. Así que la otra debe ser para despistar.
Cajas de Schrödinger, de zapatos, jaulas, ratoneras con ascensor y en las terrazas hermosos jardines de plástico a los que se asoma nadie. Cajas de vivir.
lfg-c©
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