Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
La vida es el titanic, el iceberg es el tiempo. Aun muy joven, en el primer viaje que se hace también último -no hay más que una vida-, una pequeña rasgadura apenas percibida impone el final. El tiempo no discrimina. El ser está condenado por la concepción y también antes de ella. En el lapso, un juego de apariencias. Se vale: hay que jugarlo mientras la noche exterior llena de estrellas abre las fauces del océano interior que lo engulle todo, salvo los restos que marcan el naufragio.
©lfg-c
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