Ayer andaba con otra persona haciendo gestiones. Aquí y allá piden la cédula. No contentos con tenerla en sus manos a último momento exigen una fotocopia (ampliada al 150% no se por qué). Aunque uno está ahí en cuerpo y alma y todo conduce a demostrar que uno es uno y no otro, se asume lo contrario. Mi presencia no demuestra mi existencia. Toman la huella del pulgar derecho y después la del izquierdo; el índice derecho, que también procuran, ya desgastado, se niega a dar la suya. Luego resulta que este papel hay que autenticarlo y por fin firmar aquí y aquí y, otra vez, untarse de tinta y untar de ella cuatro hojas. Lo que se asume serían diez minutos se tarda tres horas.
Sociedad de sospechosos en que solo el criminal no lo es.Volteé entonces y le dije a la persona con quién estaba: "Felipe, ten en cuenta que al llegar al paraíso San Pedro te pedirá un certificado de que estás vivo..."
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