Celulariando

 

Es un hecho que el teléfono celular pasó a formar parte del cuerpo. Es nada más ni menos que el séptimo sentido. Con funciones adicionales es el amante, el amigo, el compañero, el trabajo, el banco. Los sentimientos están atados a el y a través de el sucede todo. Dirige, guía, manda, traza el camino. Responde. Sabe. No se tiene una persona al lado, se tiene al lado una persona con celular totalmente pendiente y concentrada en el. El edificio, el cuadro, el monumento, cualquier cosa que esté al frente se mira a través de el, los ojos solo sirven para dirigir la cámara. ¿Conversar? ¿Qué es eso si no es a través de una nota en el teléfono a quien está codo a codo? ¿Atender? ¿Cuidar? Ahí está el teléfono. Pagar, comprar, reclamar, pedir... el teléfono. Al lado del plato de comida, pedida a través suyo, el celular. Antes de comer, responder.  Comiendo, responder. Ni el del lado existe ni el otro existe, salvo al otro lado de la pantalla. Nada pasa si no pasa y queda en su memoria. ¿El cerebro, qué es cerebro? Un día conseguirán transmitir el olor y el sabor.

El individuo, las personas, somos un estorbo que impide la intimidad con ese sentido. La cabeza clavada en el solo se levanta para buscar donde cargarlo o a donde dirigirlo. Así es. Y será peor.