Una cosa que de verdad extraño es al voceador de prensa que los domingos, muy temprano, pasaba por las calles del barrio gritando ¡Patria, Tiempo, Espectador! Llevaba en el hombro un gran peso, del que se iba liberando, y si uno no lo aprovechaba lo veía pasar luego, sin ninguno. Fatigado, si.
Fue el mismo durante décadas. No supe su nombre. El esfuerzo del peso, la caminada, y el grito lo hacía resollar. Para mí, pues, se convirtió en "Resoplo". Así lo llamaba y el sonreía. A veces, en el entendido de que siempre le compraba, tiraba el diario bajo la puerta y luego cobraba. Lo cual le significaba doble trabajo innecesario porque igual lo vendería todo, por lo cual yo prefería anticiparle un par de meses.
No sé si fue porque no volvió o porque me cambié de barrio pero no supe mas de él. Ni de otro: el vocero de prensa desapareció, como también los puestos de diarios. Estos se volvieron elementos de supermercado,. Cerrados en bolsas de plástico, de los pocos que ponen los domingos subsisten ejemplares hasta el próximo. No sé qué ocurrió ni por qué dejamos de comprar diarios, y estos dejaron de ofrecerse tan masivamente. O sea, si: una cosa lleva a la otra.
Por la suscripción el diario llega a casa. Una breve indagación entre los jóvenes de la familia y ninguno de ellos ha comprado nunca un periódico ni piensa hacerlo. No les interesa. Sabemos que no hay nada más viejo que el periódico de ayer. Lo que pasó ayer, pasó. La noticia es reproducida de inmediato, el hecho no cambia por ser incluido en un titular. Al periódico le queda el análisis, la profundidad. O el entretenimiento.
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