ACCIÓN DE GRACIAS
Señor, nos reunimos en la Eucaristía para celebrar y agradecer por nuestros compañeros y amigos y dar las gracias porque nos has acompañado. Celebramos y agradecemos la vida de nuestro querido Mario Márquez García.
Reflexionamos sobre el regalo de la amistad. Ese lazo profundo que trasciende las barreras del tiempo y la distancia, que nos une en la alegría y en la tristeza, en los momentos de triunfo y en los desafíos.
La verdadera amistad se basa en la confianza, el respeto y la comprensión mutua. Es un vínculo que no se exige, sino que se ofrece libremente. En una auténtica amistad, compartimos esperanzas y sueños, miedos y alegrías, sabiendo que somos comprendidos y apoyados sin juicio.
Recordemos, siguiendo a Aristóteles, que: "La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas". Valoramos a nuestros amigos como tesoros inestimables, dignos de nuestro cuidado y dedicación.
Pidamos a Dios que nos conceda la gracia de ser verdaderos amigos, sinceros y generosos, y que nos rodee de personas que nos ayuden a crecer y a ser mejores cada día. Que aprendamos a nutrir nuestras amistades con amor y respeto, y que seamos fuente de luz y apoyo para quienes nos rodean.
Mario me recuerda este pasaje del Evangelio. Y me lo recuerda porque regentaba la tienda donde nos abalanzábamos a coger de las canastas los panes que llegaban a la hora del recreo. Me temo que muchos no pagamos -yo en todo caso no- lo que tomamos, pero para él lo que dijera estaba bien cuando pasaba a pagarle lo que le debía.
Gracias Mario por tu persona y por tu ejemplo.
Que Jesús nos siente alrededor de su mesa y dejemos que Él nos enseñe:
Mateo 14:13-21
«Jesús da de comer a mucha gente
Cuando Jesús oyó lo que le habían hecho a Juan el Bautista, subió a una barca y se fue a donde pudiera estar solo. Cuando la gente de los pueblos cercanos supo que Jesús se iba, lo siguió por tierra.
Jesús bajó de la barca y vio que allí había una gran cantidad de gente. Entonces tuvo compasión de ellos y sanó a todos los que estaban enfermos.
Cuando ya empezaba a atardecer, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron:
—Éste es un lugar solitario, y se está haciendo tarde. Dile a la gente que se vaya a los pueblos y compre su comida.
Jesús les contestó:
—No tienen que irse. Denles ustedes de comer.
Los discípulos respondieron:
—Pero no tenemos más que cinco panes y dos pescados.
Jesús les dijo:
—Tráiganlos aquí.
Luego de ordenar que la gente se sentara sobre la hierba, Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró al cielo y dio gracias a Dios. Después partió los panes y se los dio a los discípulos, para que ellos los repartieran a la gente.
Todos comieron hasta quedar satisfechos. Y cuando los discípulos recogieron los pedazos que sobraron, llenaron doce canastas. Los que comieron fueron como cinco mil hombres, además de las mujeres y los niños.»
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