Si condena las palabras, si ellas son -como afirma- un pretexto para esconderse en letras, ¿qué queda? Es una contradicción, claro: no se esconde en palabras cuando lo que precisamente ellas hacen es mostrar.
El corazón puede expresarse en el silencio, puede mostrarse en las miradas, puede decirse con los actos. Pero la palabra, en fin, es la creadora: 'en el principio fue el verbo, en él estaba Dios y el verbo era Dios'. Cada cosa, si no tiene un respaldo verbal o si se cuestiona este como inválido, se hace inútil. Es lo que es. No hay una rosa en la palabra rosa, más todos saben qué es una rosa.
Sin palabras ni siquiera hay trueque, porque este necesariamente exige oferta: ¿qué a cambio de qué y por qué? Imponer obligaciones no es válido; el vamos a ver qué tanto es según qué tanto da, es un negocio, si no es que es un negociado. Un quid pro quo desabrido, en cosa de sentimientos.
Sin la palabra queda la pantalla en blanco. Hacia allá marcha el mundo. Al copar todo la tecnología, el ser no significa nada.
¿A qué se condena quien condena al silencio?
M. Rothko
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