Las relaciones familiares son un tejido de hilos biológicos, emocionales y sociales. Los lazos de sangre son el punto de partida. Pero lo que da forma y mantiene una familia es la interacción constante, las experiencias compartidas y el sentido de pertenencia. Los recuerdos creados a través de juegos, paseos, comidas y conversaciones construyen el historial común que une la familia, generan identidad compartida y pertenencia. La capacidad de comunicarse para fortalecer los lazos emocionales. Y para no fortalecerlos. Compartir éxitos, alegrías, pensamientos, sentimientos y preocupaciones crea confianza y apoyo emocional y práctico que ayuda a superar los desafíos de la vida.
Las costumbres heredadas, las creencias transmitidas de generación en generación dan continuidad y conexión con el pasado y con el presente mismo. Esos valores proporcionan un marco común al comportamiento y las decisiones.
Dedicar tiempo a estar juntos fortalece los vínculos y relaciones. Si dejamos de hablar se pierde la conexión y se debilitan los lazos.
Hay cambios en las circunstancias de la vida: el matrimonio, la mudanza, incluso la muerte. Hay que adaptarse y encontrar formas de mantener la conexión. Los tiempos crean diferencias de valores y generan tensiones o conflictos más o menos soterrados. Respetar las diferencias y encontrar puntos en común no es tan dificil.
Es frecuente vivir en lugares distintos. Esto genera distanciamiento que si no se trabaja de forma constante puede hacer que las relaciones se pierdan. Las personas están muy ocupadas, esto genera que no se dedique el tiempo necesario a las relaciones familiares, y que éstas se pierdan.
Pero las distancias emocionales son peores.
Las relaciones familiares requieren esfuerzo, compromiso y cuidado. Cultivar la comunicación, el apoyo y las experiencias compartidas, fortalece. Yo aprecio de corazón la generosidad, el empeño en mantener abiertas las puertas y aceitadas las bisagras. La versión actual del algo familiar en la casa materna con un trozo de torta y un vaso de coca-cola traída afanosamente de la tienda de la esquina, o de la gritería en el patio del hermano mayor, o del partido de fútbol con pizza en casa de otro de ellos. Hay que huir de, y hacer a un lado, física y mentalmente, los factores disociativos. Somos como somos. Al ver una fotografía vieja, o cuando miro una reciente de la primamenta junta, me digo: claro que sí, ¡lo vale!
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