Comprender las necesidades ajenas no convierte su solución en deber propio. Ellas son cascadas sobrevinientes —deseo y ansiedad que no cesan. No deben cargarse a los demás: cada quien lleva a lomos sus angustias propias.
A veces se podrá, o se querrá, tender una mano. A veces no. No es desafecto ni frialdad: es respeto.
Imponer sobrepeso emocional, físico o económico a otros no es legítimo. No hay transacción. Y para colmo si algo queda claro, es que el deudor será quien no tenía obligación alguna.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario