Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Una bandada de garzas blancas cruza cada mañana y cada tarde frente a la ventana. Su vuelo organizado es hermoso. Algunas despistadas vuelan solas. Otras van en parejas quien sabe por qué razón. A lo mejor se amaban y les cogió la tarde.
Durmieron o buscan dormir en cualquier parte donde el hombre las haya dejado o se los permita por una sola noche. Cada día son expulsadas del árbol que encuentran para vivir. Condenadas a buscar casa cada tarde, a veces se cansan de hacerlo y se las ve a todas en algún tejando gimiendo de tristeza mientras sus polluelos agonizan en el suelo. En todas partes estorban, pero no se estorban a si mismas. Estorban a estos seres que hicieron para henchir la tierra, a estos seres que bien podrían vivir y dejarlas vivir en el árbol vecino, con solo que pensaran que no es suyo o que no les estorban. O que no pensaran que lo hacen.
Es tan triste. El árbol que utilizaron por años frente a mi casa fué derribado para impedirles anidar en él. Ahora se levanta en el lugar una torre de quince pisos que nos ocultó las montañas y los amaneceres nevados. Pero el hacha que se requiere para derribarlo es imposible de tener.
Durmieron o buscan dormir en cualquier parte donde el hombre las haya dejado o se los permita por una sola noche. Cada día son expulsadas del árbol que encuentran para vivir. Condenadas a buscar casa cada tarde, a veces se cansan de hacerlo y se las ve a todas en algún tejando gimiendo de tristeza mientras sus polluelos agonizan en el suelo. En todas partes estorban, pero no se estorban a si mismas. Estorban a estos seres que hicieron para henchir la tierra, a estos seres que bien podrían vivir y dejarlas vivir en el árbol vecino, con solo que pensaran que no es suyo o que no les estorban. O que no pensaran que lo hacen.
Es tan triste. El árbol que utilizaron por años frente a mi casa fué derribado para impedirles anidar en él. Ahora se levanta en el lugar una torre de quince pisos que nos ocultó las montañas y los amaneceres nevados. Pero el hacha que se requiere para derribarlo es imposible de tener.
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1 comentario:
Las garzas sí le paran bolas a esto.
Lo único que estorba acá somos la especie bípeda de la lengua traidora y la mente entrecerrada, que llega incluso a estorbarse a sí misma.
Es verdad, no volamos, la mente nos pesa y el corazón se acalla.
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