Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
“¡No poder uno morirse!”
Anoche estuviste en mi almohada.
Eras un remolino tratando de absorberme
por el brazo derecho.
Sin saber por qué —al fin y al cabo te esperaba—
quise verte la cara.
Sonreías.
Una mano se apoyó en la espalda.
Una mínima gota se detuvo, sin caer,
en la última de las pestañas.
Diste la vuelta.
La próxima vez,
La próxima vez,
muerte,
no te dejes ver los ojos.
Solo llévame.
Solo llévame.
*
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