Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
No llueve en otra parte que no sea en mis ojos. La ciudad se extiende desde la ventana y se pierde en el horizonte por el pliegue de las montañas cubiertas de luz al fondo, al occidente. Más allá hay otra luz presente. La puerta está cerrada. El sol entibia el aire frío que rodea los pies desnudos que apoyados en el grueso vidrio que protege la alfombra, son el antiescape de esta locura. Tres computadores titilan, una botella de whisky hace guiños desatendidos. Un suave ruido llama la atención desde una de las pantallas. La tarde es silenciosa -solo el ruido de las teclas-, y el ulular de sirenas interiores que presagian muy adentro de este corazón que agotó las reservas de consuelo.
la luciérnaga
pasa volando
repaso los viejos haikus. Uno me dice:
mueve la persiana de bambú
y mi corazón
y otro
por estar y la nieve
sigue cayendo
...otoño e invierno cansancio son y urgencia. (Estoy aquí por estar, sí, y la nieve sigue cayendo).
¿Qué es este ser que mira por entre la neblina húmeda? Un rezago abandonado, alguna inconsecuencia, un dolor innecesario.
Un ser triste no es una buena compañía.
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