Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
La tarde es brillante aunque sin sol
presagio del ocaso único de cada tarde.
Mi ventana mira por sobre los tejados al occidente:
se retratan por la suave colina de la ciudad a lo lejos
las sombras de una catedral oscura
muy oscura, negra ella de construcción y de alma.
Y las de los edificio más altos en sus cercanías.
Allá la cordillera espera al sol
para teñirlo de dorados, rojos y amarillos.
De grises, de verdes, de negros y de ocres.
Como a las siete de la noche se ocultará del todo
para salir otra vez mañana
como a eso de las cinco y media
- en esta epoca -
sin importarle que hayamos hecho hoy o ayer
ni que pensemos que será después.
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