Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Una a una cierro puertas de sueños
no alcanzados ni alcanzables.
No son muchas.
Lo poco que soñé,
como el de Asís,
lo soñé poco.
Aquel libro empastado en cuero café
que leí hasta llegarlo a saber completo
sin poderlo recordar en absoluto luego.
El de sentarme a hablar contigo
frente al mar por el que navegó Alejandro
una conversación en que primara el viento.
Y caminar después por donde anduvo Sócrates.
Ver la puesta del sol desde La Alhambra
tomado de su mano.
Vernos en Bari dentro de diez años
¿será posible?
y volver a ver la luna verde en Providencia
o ir de sitio en sitio en sandalias
con un morral en que cupiera todo
lo que tuviera y hace falta
y nada más.
el de morirse joven
ser libre
sentirse amado
amar
tal como se respira
sin pagar por ello
(No más.
Dejarse ir
en sueño de venas congeladas
a más de cinco mil metros de altura
una noche de luna nueva
con brillo de luceros en el cielo
y un lobo imaginario aullando)
Gime el cerrar de cada puerta
un lamento del alma...
¿cuándo se dejó de soñar
en tener sueños?
*
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