No sé si hablarle. No quiero ser factor de lucha, o fardo, o peso, o carga. Ni sembrador de espinas. Tan solo, y si acaso, destapador de tubos obstruídos, abridor de puertas y ventanas, ventilador. Sembrador de poesías, agente de palabras. Dispensador de sueños.
¿Quién sos vos? Un lobo de los esteparios, feo y solitario y triste. De los que sobreviven y apenas cazan si la necesidad les puede.
No quería atraparle en un suspiro ni estrujarle el corazón, sino hacerle parte del suspiro y el corazón que somos. Que somos universo. Que eso es lo que somos.
No hay ingenuidad en ello ni exceso de creencia. Aunque, cuando se pierden ingenuidad y confianza es que la vida nos ha atrapado entre sus muros, murallas ya.
Apártame, me apartaré. (Dejarse ir con la naturalidad con que la causalidad nos pone en el camino.)
Que vaya por ahí con esos tenis púrpura y una sonrisa -tan solo una- es lo que anhelo. No es tan difícil, basta con quererlo. Y no luchar.
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