Virgilio Patiño
Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Entonces papá se murió. Físicamente, digo, porque cada vez su presencia es más cercana. Se marchó un día –casi al medio día– tal como vivió: silenciosamente solo, sin molestar a nadie, sin aspavientos y sin exigencias, intentando hasta el último momento resolverlo él mismo. Le alcanzó para llegarse hasta el rincón confiable y callado de la iglesia del barrio y allí, sin más, se dejó llevar. "La muerte – decía socarrón– es tan horrible, que un perro temió al morir."
a diario viene
el recuerdo de tu voz
sin ser llamada (*)
Uno desprecia a su padre. Desperdicia su sabiduría, sus conocimientos y sus dones. El papá ejerce una parábola que culmina en el silencio y no se recupera. Ciertas razones hacen carrera: todos saben con certeza quien es su madre y ninguno quien su padre, dice en su sermón el cura sin que nadie alce la voz para rechazar su estupidez que ofende por igual. Madre no hay sino una pero padre puede ser cualquier tal por cual, asegura sin rubor la masa y propagandiza Fernando Vallejo.
amor profundo
como agua de río
llena los mares (*)
(*) Francisco Dieguez
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