Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Un frío más helado que de costumbre recorría anoche el apartamento a nivel del piso. Los pies desnudos sobre la alfombra empezaron a entumecerse. Un pequeño dolor se localizó en los tobillos y amenazó seguir subiendo.
— Me montaré en el viento helado que ronda por mi estudio. Dejaré que atrape mi corazón. Quisiera que lo congelara y dejara de latir. Sería una buena noche para ello...
— ¿Tan mal andas?
— O tan bien.
— Si estuviera bien, insistió, lo ultimo que desearía es que mi corazón se congelara.
— Me gusta sentir mi corazón latir, solo que ya no lo siento: es un gran vacío. Una fábrica de impulsos no es un corazón, es una máquina prescindible, innecesaria
— ¿Será? ¿Será porque ya no lo escuchas? El a veces se resiente cuando uno no lo escucha.
Tomé la onda helada.
Ha amanecido.
El pequeño dolor persiste en los tobillos.
El frío corre.
El corazón...
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