Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Si no fueran tan temibles
nos darían risa.
Si no fueran tan dañinos
nos darían lástima.
Serrat
Latinoamérica. 20 paises. Cada uno un circo. Todos los payasos de Suramérica bajo la misma carpa. Ayer se presentaron. De gala. Función de gancho. Entrada gratis. Vimos: los 3 chiflados, el chapulín colorado, el gato con botas, la contorsionista y la trapecista. Los malabarista, el mono, el domador, el mago y el hombre bala.
Como en todos los circos, cada uno hace varios papeles. Patético, aún para ellos mismos, dos payasos se dieron a la fuga. No resistieron. Salieron antes de terminar la presentación.
El director del circo, que lo inventó para ser su dueño, se impacientó. La galería no aplaudió. Faltaron los enanos. No. Todos lo fueron.
El espectáculo fue único. El remate de la función muy cómico. Unas palabras mágicas y se volvieron osos, y todos los osos, un oso.
¿Habrá público para una repetición? ¿Y actores? Lula se revolcaba de saberse seguido en la televisión haciendo de plantígrado mayor.
¿Si eso hacen cuando se les ve, qué harán cuando no?
Treinta y ocho mil millones de dólares en armas, dijo uno de los payasos que compró América Latina el año pasado. Y no hay arroz en los supermercados ni gasas en sus hospitales. Pero si millones de pobres y de hambrientos.
Ahí van los Shukoi a perseguir mosquitos. Qué susto.
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