Me presentan un tipo que después de decir su nombre, que no capté, agregó: "Yo soy abogado." Me detengo a observar en donde localizo esa característica, a que parte de su naturaleza pertenece. Pudo decirme que tenía once dedos o tres manos. Que era un elefante o que sus ojos eran verdes. Que le dolía la rodilla izquierda. Hasta hubiera podido decir que es insulino-dependiente, que sufría cáncer o cualquier cosa parecida. Pero no. Me dijo: "Yo soy abogado". Con el remarcado usual en la palabra yo.
"Un gusto conocerlo, abogado" le dije con total hipocresía.
*
No hay comentarios.:
Publicar un comentario