Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
1.
Me encuentro en el ascensor del edificio en que vivo, con un congresista de la república que es habitante del mismo. Uno de esos a quien llamamos honorable representante, recién elegido. Es la primera semana que ejerce y le preguntó un poco tembloroso previendo una respuesta cargada de solemnidad: — ¿Qué se siente ser padre de la patria?' y el tipo, azorado, me responde: — "Nada."
Después de eso rehuye todo encuentro conmigo. Tiene uno, cuando no dos, carros blindados en la puerta, con chofer y guardaspaldas. Solo por tenerlos y gastar plata del pueblo en ello.
No siente nada.
2.
Lo veo cada que voy camino a casa. Sucio, desarrapado, triste. Acerca su cuenco de pedir limosnas. Sigo de largo. El hombrecito, que me miraba con furia, ahora solamente lo hace con desprecio o compasión: este no tiene siquiera una moneda para darme, pensará. Ayer tomé otro camino de regreso y lo veo fuera de su circuito usual, sucio, desarrapado. Es la hora del medio día en que se para para comer y descansar un poco. Allí está, sonriente, despatarrado bajo el árbol de un antejardín. Habla despreocupadamente por su iphone. No mira a nadie.
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