Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Como
si fuera un bus interveredal en alguna carretera polvorienta de Colombia, los gobiernos de Europa hacen aterrizar, negándole el uso de su espacio aéreo, el avión del Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales. Los policías rodean la aeronave según se ve en la foto. Bajan a los pasajeros, incluído el presidente. Los requisan, les piden papeles y observan su cara de indígenas como los reyes católicos miraron los especímenes que llevó Colón. Revisan la bodega y por
debajo de los asientos: ningún mono de ojos azules. Buscan a Edward Joseph Snowden. Según esos
gobiernos, espoleados por el imperio, el malo no es quien los espía a
ellos o a cada ciudadano de la tierra, sino quien lo cuenta y
prueba que lo hacen.
Secuestran al presidente de esa republiqueta sudaca de nombre pluricomplicado durante 13 horas mientras buscan y,
como las armas de destrucción masiva de Irak, no encuentran nada. Si buscaran coca o dólares en efectivo, con seguridad los hubieran
hallado. En Bolivia la coca es como el café y un presidente ha de andar con una maleta llena de dólares para los gastos.
Espero que de verdad traigan a Snowden en ese avión o en otro que lo ponga a salvo de la cadena perpetua, la tortura y la muerte; y que, con malicia indígena, lo escondan tan bien como ésta vez.
El extraño mundo de Subuso.
Espero que de verdad traigan a Snowden en ese avión o en otro que lo ponga a salvo de la cadena perpetua, la tortura y la muerte; y que, con malicia indígena, lo escondan tan bien como ésta vez.
El extraño mundo de Subuso.
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