Te abrazo. Acerco mis manos a las tuyas y mis pies se enredan en tus pies. Un aliento busca ser con el tuyo el mismo aliento. Llega a serlo.
Encuentro un lugar sobre tus hombros. La pelvis se acomoda en la otra pelvis. Los ojos se cierran huyendo del brillo de otros ojos. Replandecen.
Restallabas.
Los labios encuentran un camino en la piel. A lo largo. A lo ancho. En la superficie y la profundidad. La piel es ruta de la piel.
Navegantes, despacio, dos cuerpos se hacen uno.
Después de un evento cósmico llega el silencio del abrazo húmedo, de miembros en desorden, del escaparse del calor y los humores mínimos, de sorberse los sabores que se reabsorben mientras se aplacan las olas y pasa la tormenta.
Volvía entonces la luz.
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