El delito del lobo estepario consiste en abandonar su naturaleza, en intentar dejar su soledad. El lobo estepario jamas debe salir de su guarida, mostrarla, ni dejarse ver. Está condenado a no ser comprendido. Querrán a la fuerza insertarlo en la manada. Pero alguna vez el lobo quiere un poco de mundo, sonreír en vez de aullar, quiere confiar. Desespera por una caricia de voces o de piel y termina pagando por ello un precio muy alto: el de ser juzgado, perseguido, cazado. Quiere compartir ruidos y silencios y, si se lo permiten, encontrar un hombro en que apoyar alguna vez su cabeza fatigada. Sin juicios y sin prejuicios porque él no juzga. Ser aceptado como lo que es: un ser humano que no sabe si es humano o lobo pero humano o lobo, es sensible.
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