Teotihuacán

Hace unas horas estuve en Teotihuacán. Caminé por la Calzada de los muertos. Subí y bajé de sus pirámides. Traté de imaginar las personas que allí vivieron y cómo lo hicieron. Levanté los brazos al sol y como los millones de visitantes que por allí pasan me senté a descasar en algún lugar. Solitario intenté mirar y ver. Escuché preguntas sobre las piedras. Yo hago algunas que se quedan sin respuestas sobre los hombres. No se sabe mucho de quienes vivieron aquí e hicieron esto cargado de un simbolismo apenas intuido.

¿En cientos de años se verán así los actuales centros del poder? El hombre del futuro contará con información detallada sobre el hombre actual, su modo de vivir y de morir, sus obras y la razón de ellas. Pero pienso que comprendo mejor el homenaje que se hizo al sol y a la luna y al agua y a la serpiente emplumada, que lo que podrán entender más adelante los enormes edificios destinados a homenajear dioses crucificados o profetas voladores. Camino de las pirámides se bordea un enorme complejo industrial -posiblemente una planta de generación de energía. A mi me pareció por un momento mientras  pasábamos, que hay cierta similitud y también cierta contradicción en ello.

El día culminó con un atasco de tráfico y una visita a esos templos modernos repletos de cosas innecesarias y dinero.

Pirámide del Sol, como sería.

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