Cada vez...

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

Cada vez amo más, y cada vez hay menos que amar porque hay menos que quiera ser amado por mí. Yendo por el mundo, no necesariamente lejos, descubro cosas que al percibirse resultan increibles al enseñarlas a otros. Pues para amar se necesitan dos. Los luceros en el cielo, el color del amanecer, la enorme roca al lado del camino, el calor, el frio, esos ojos al pasar. También un pensamiento que transparenta el rostro. La palabra dicha, la escrita, la leída. La sorpresa infinita de ver. De ver. Con eso basta. El Dios que andamos buscando está ahí: en lo que vemos, en lo que podemos ver, en lo que queremos ver. Tu ser, tu piel, tus manos que teclean un teléfono. Tus pies que te soportan y que te transportan. El aire que te abraza por fuera y por dentro. El agua que somos. La tierra que nos hace y nos deshace. El espacio, esa enorme masa de materia negra que sirve de sustento en el vacío. Una voz, un trino, una respuesta. Esos seres alados y esos otros que en cuatro patas o arrastrándose son vivientes y amorosos. La magia de un árbol.

Y el viento.

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